Por Héctor O. Campos Fajardo/
Atrás quedó el prestigio de nuestra política exterior, cuando México dictaba agenda en el concierto internacional; la doctrina Estrada es reconocida en todo el mundo, menos por el país de su creador; difícilmente tendremos otro Premio Nobel de la Paz, a pesar de que mantenemos un rechazo a la carrera armamentista nuclear, pero mostramos una medrosa postura ante conflictos internacionales que amenazan con una Tercera Guerra Mundial. Como en el poema atribuido a Bertolt Brecht, cuando vengan por nosotros nadie hablará a nuestro nombre.
En menos de una semana, el nuevo inquilino de la Casa Blanca cumplirá sus amenazas para mantener la seguridad nacional y recuperar la salud de los jóvenes norteamericanos. El gobierno mexicano vio con desdén las propuestas de campaña del candidato republicano y apostó a que eran eso, promesas para ganar votos pero que no se harían realidad. Y como presumía el ex presidente, “no somos iguales”, Donald Trump no es como los de la 4T y su populismo de derecha se ha convertido en una amenaza real contra los destinos nacionales. La anterior administración se envalentonó porque sabía que no afrontaría al millonario neoyorquino, por lo que alimentó la idea de que no pasaría nada cuando llegara en nuevo mandatario americano.
La actual administración, sin gracia, carisma ni liderazgo ha retado innecesariamente a su par gringo y no ha conseguido, además de hacer el ridículo, resolver el reto que le ha marcado el nuevo dignatario: combate frontal al crimen organizado, freno a la migración ilegal de nacionales y latinoamericanos y respeto a las cláusulas del T-MEC. Lejos de organizar una estratégica política pública que enfrentara esos conflictos bilaterales, sin la diplomacia de antaño, y ante la ausencia de personalidades como la de Andrés Quinta Roo, Lucas Alamán, José María Ortiz Monasterio, José María Lafragua, Ignacio L. Vallarta, Alberto Pani, Genaro Estrada, los Manuel Tello, Emilio O. Rabasa, Antonio Carrillo Flores, Alfonso García Robles, Jorge Castañeda, Bernardo Sepúlveda, Fernando Solana, José Ángel Gurría o Rosario Green, la inquilina de Palacio Nacional optó por subirse al ring con el argumento del nacionalismo patriotero o el chiste ramplón.
Lo que era una amenaza se ha convertido en un peligro inminente para la economía y soberanía nacional. Al convertirse en el presidente 47 de los Estados Unidos, Trump hará realidad sus amenazas: declarará terroristas a los barones de los cárteles mexicanos, exigirá una estrategia dura en el combate a los capos de la droga y recuperar la gobernabilidad donde ha sido derrotado el Estado mexicano, además de frenar el paso del fentanilo a la Unión Americana, problema que no solo es de salud pública sino de seguridad nacional. Con ello se evitará cualquier tipo de intervención norteamericana en territorio mexicano. Otro gran problema es la migración de miles de latinos en persecución del sueño americano y que afecta también la seguridad nacional de los gringos.
México es una de las naciones que más exporta mano de obra al vecino del norte, lo que se ha agravado con las caravanas de trashumantes del sur que utilizan nuestro territorio como paso para cruzar la frontera. Aquí cabe el símil que acuñó el entonces mandatario Gustavo Díaz Ordaz cuando el gobierno norteamericano le reclamó que el país fuera el paso de la droga de Colombia a los Estados Unidos y nos usaran como trampolín. El poblano les contestó que, si México era el trampolín, la Unión Americana era la alberca. Hoy la alberca nos reclama frenar ese éxodo. De convertirse en realidad la amenaza del republicano de sellar su frontera, nos convertirá en un tercer país seguro, con lo que habrá que dar casa, vestido y sustento a miles de latinos hasta su deportación a su país de origen, y no tenemos los recursos para afrontar esa crisis humanitaria. Peor aún, la migración mexicana es el fracaso histórico de los gobiernos federales que no han podido dar empleo y educación a sus gobernados, por lo que van por oportunidades de una vida digna que no encontraron aquí. En los recientes sexenios el récord de remesas se ve falazmente como un logro de la economía mexicana, cuando es una vergüenza nacional que los paisanos tengan que trabajar en otro país para mantener a sus familias.
Finalmente, la bravuconería y el falso nacionalismo de la populista 4T nos ha llevado contra la pared. Las recurrentes violaciones de México a los compromisos del T-MEC como la negativa a alentar las inversiones en energías limpias o el rechazo al maíz transgénico nos tienen casi fuera del tratado trilateral con Estados Unidos y Canadá, además de una deuda impagable por compensaciones a pagar por perder los paneles internacionales. Mientras tanto, el gobierno cree que no viene el lobo y se burla del futuro con chistoretes de mal gusto.
No solo habrá que recomponer la relación bilateral con la Casa Blanca, sino todas las relaciones exteriores, porque no solo nos contrajimos a la globalización con una política internacional pueblerina y cerrada, sino que compramos pleitos innecesarios y fuimos omisos ante los quebrantos de la paz mundial. Estamos en deuda con naciones como España, Perú, Panamá, Ecuador, Argentina, entre otras; mostramos tibiezas ante el sufrimiento de Ucrania o Palestina y validamos dictaduras como las de Venezuela, Nicaragua o Cuba. Ahora que necesitemos de la solidaridad internacional para enfrentar a los Estados Unidos nadie hablará a nuestro nombre.